
Rebeldía y compasión, el legado del Papa Francisco.
Argentina, una tierra bien conocida por su historia convulsa y en permanente cambio. Habitada por un pueblo no menos especial, que persigue permanentemente la innovación y la trascendencia, completamente negado —tanto en muerte como en vida— a plantar bandera y ver crecer el pasto.
Características tan inquietas están presentes en nuestro ADN social desde la época de la colonia, forjando así un entorno donde absolutamente todo es posible. Cada suceso es una pequeña revolución que marca un antes y un después a lo largo y ancho de este suelo, donde la creatividad y el deseo de superación —tanto propia como colectiva— son llevados a límites jamás vistos en otras latitudes.
Ya sea en lo técnico, cultural, artístico, político y un sinfín de etcéteras, los argentinos y todo aquel que desea habitar este suelo se ven seducidos por engrandecer esta bandera con acciones que demandan gran esfuerzo ante las adversidades que azotan al país permanentemente desde su nacimiento. Un lugar donde todos tienen algo para decir, compartir y aportar para seguir creciendo: el sello de la bien conocida pasión argentina.
A lo largo y ancho del país existe un latido imposible de apagar, y que se hace escuchar aún más en los momentos más difíciles. La contracultura, la crítica filosa y la defensa de nuestras capacidades alimentan un sentimiento indestructible que se materializa en millones de argentinos trabajando por el bien de una nación que pide crecer a gritos.
Pulso AR se compromete a dar visibilidad y voz a ese latido pasional que nos hace decir «ESTAMOS ACÁ», reivindicando nuestros logros y no cediendo ante lo que merece ser criticado sin piedad. Vemos todo y estamos al tanto del rumbo que tomamos como país y como sociedad. Un camino que construiremos entre todos.

Tras la derrota, el peronismo vuelve a mirarse en su espejo más incómodo: el triunfalismo. Entre la soberbia de algunos dirigentes y la advertencia de Rodolfo Walsh, el movimiento enfrenta el desafío de reencontrarse con su pueblo.

Mientras los poderes fácticos buscan mantener la inercia, solo la doctrina, la coherencia histórica y la convicción moral pueden abrir camino para que el peronismo recupere su fuerza transformadora.

Un modelo que convirtió la dirigencia en una casta servil y el torneo local en una caricatura de competencia.