
China, Estados Unidos y Rusia iniciaron una nueva era en el mundo. Sean bienvenidos todos al postcapitalismo globalista.
Ideología, guerra e importaciones, sin salida para el faro del sur global.
Internacional15/12/2024El siglo XXI apenas está calentando motores. El equilibrio de poder se ajusta y las disputas entre los poderosos se acaloran día a día. En nuestro barrio asoman potencias emergentes mientras que una, la mayor de todas, da pasos agigantados hacia la decadencia; del otro lado la tradición europea en su máxima expresión llevando guerra y destrucción como estandarte. Mientras que en oriente, el gran dragón rojo mueve sus fichas para imponerse en un tablero donde reina el caos, llenando los huecos que los europeos se apresuran a dejar en África.
A día de hoy y sumergida en el clímax de la locura liberal, Argentina abandona todo intento de pensar en términos de este siglo, ya sea respecto a economía, soberanía, cultura, defensa, y un largo etcétera. Siendo realistas, las constantes interrupciones que el país sufrió a lo largo de la historia en sus intentos por ganar autonomía en sectores estratégicos han provocado que Argentina requiera sí o sí de un alineamiento. La debilidad y el deterioro que provocaron las pujas internas de poder y la injerencia de potencias con sus respectivos intereses hicieron que el país no llegue bien parado al surgimiento del mundo multipolar.
En una época convulsa, cargada de sesgo ideológico y con la paranoia a la vuelta de la esquina, se desperdiciaron las oportunidades políticas y económicas de colocar al país a la vanguardia del bloque multipolar que impulsan Rusia y China, producto de una visión puramente ideológica y para nada estratégica que vino como consecuencia directa del último cambio de gobierno. Sin embargo, esto no significa que haya potencias buenas y potencias malas, el mundo no es un lugar amigable donde los países solo se dedican al comercio, y mucho menos en un contexto tan volátil como el que se ve actualmente.
Argentina, para su mala suerte, debe optar por un alineamiento, porque su deterioro estratégico le impide negociar e imponerse desde posiciones de fuerza, sin embargo, en lugar de elegir una vía orientada a la multipolaridad, la innovación y amplitud del nuevo mercado oriental, el libre comercio y las inversiones en infraestructura estratégica, se optó por ir en auxilio de una potencia que se desangra, reduciendo las posibilidades del país a no pasar de un mero territorio extractivista receptáculo de importaciones y de un sector servicios obsoleto para lo que fue en algún momento el estándar occidental.
¿Significa este alineamiento que Argentina se aleja de oriente para siempre? Todo lo contrario, en lugar de buscar una relación productiva la actual dirigencia del país optó por ser un territorio inundado por importaciones orientales con las cuales es imposible competir para el golpeado aparato productivo nacional, mientras lo poco que queda de él termina de destruirse generando las condiciones para una eventual privatización de los sectores estratégicos bajo control estatal, y la ocupación mayoritaria o total de las cuotas de mercado nacionales por parte de capitales favorecidos.
Durante años las cartas se jugaron con la peor mano posible. La ignorancia y el desinterés de la política condenaron al país a caer por el peso de una potencia en extinción, al compromiso por sostener conflictos ajenos y al alejamiento de relaciones comerciales, científicas y técnicas beneficiosas, de momento es el fin de toda capacidad de ejercer y proyectar soberanía. Argentina está quedando rezagada del siglo XXI, el que será conocido como el de la multipolaridad y el progreso.
Una vez más en su joven pero turbulenta historia el país se ha visto comprometido en sus vínculos con el mundo producto de la ineficacia y falta de compromiso de la clase dirigente local, beneficiando a algunos en el corto plazo y condicionando el futuro de un país entero por décadas.