
Una reflexión sobre el poder en los cambios de época
Por Enzo Seimandi Bissi
En la última semana, el clima social en Argentina se vio sacudido por la inevitable reacción ante los recientes dichos polémicos del presidente Javier Milei. Tras días de debate e indignación, tanto dentro como fuera del país, debido a un vergonzoso episodio de acusaciones homofóbicas por parte del jefe de Estado en Davos, era solo cuestión de tiempo para que los colectivos afectados organizaran una multitudinaria marcha en repudio.
El colectivo LGBT, convocante de la marcha, contó con una masiva participación y el respaldo de artistas, organizaciones sindicales y espacios políticos de diversa índole. La manifestación, que se replicó en todo el país, fue una contundente muestra de rechazo hacia el Presidente por sus declaraciones, en las que acusó a los integrantes del colectivo de, en sus propias palabras, "pedófilos y degenerados".
La marcha tuvo un carácter transversal, evidenciando el amplio respaldo de la sociedad a un reclamo legítimo. Esa misma transversalidad amplificó el alcance de la protesta, permitiendo que muchos participantes expresaran su descontento con el actual gobierno libertario. La fuerte presencia de los sindicatos en las calles también se hizo notar, evidenciando el malestar no solo por la incitación al odio de la actual administración, sino también por el impacto del rumbo político y económico en las condiciones de vida.
En cuanto al rol de los actores políticos más fuertes de la oposición, se pudo notar que pasaron sin pena ni gloria. Tanto la izquierda como el peronismo en su amplio espectro, junto con sectores del PRO y el radicalismo disidentes del gobierno actual, expresaron su apoyo a través de breves mensajes en redes sociales, pero sin mayor protagonismo. Las organizaciones militantes también estuvieron presentes, aunque sin un rol significativo ante la magnitud de los reclamos y la convocatoria
La escasa capitalización de una manifestación casi espontánea y de tal magnitud deja en evidencia señales claras y poco alentadoras, especialmente considerando que el país se encuentra a las puertas de un año electoral.
Si bien el reclamo es totalmente legítimo y, dado el tamaño de su convocatoria, permitió expresar el rechazo al rumbo actual de la política y la economía, sigue sin ser suficiente para generar un impacto real en la escena política nacional, tanto en el día a día como de cara a las elecciones. La oposición en su amplio espectro, especialmente el peronismo, fue casi completamente incapaz de capitalizar, organizar y dar mayor impulso a la manifestación de descontento más importante desde el último conflicto del gobierno con las universidades.
La falta de involucramiento de los espacios y figuras más relevantes de la oposición provoca que manifestaciones de tal magnitud pierdan impulso y atención con el tiempo, retrasando la organización para enfrentar al orden libertario y, lamentablemente, alejando cada vez más a los sectores que se sienten desamparados tanto por la brutalidad de las medidas del gobierno como por el desinterés de una conducción que, hoy por hoy, flaquea tanto por dentro como por fuera.
Con una conducción cada vez más desvanecida, la oposición, con el peronismo a la cabeza, comienza a alejarse cada vez más de ser una amenaza creíble para los intereses libertarios debido a la gran falta de organización existente. Este es un problema que no solo afecta al futuro cercano de los argentinos, sino que también empieza a sembrar discordia entre múltiples organizaciones militantes que se sienten abandonadas por los dirigentes que se supone deben guiarlas.
Sin una organización clara ni una conducción acorde, la posición del actual gobierno se vuelve cada vez más sólida, mientras lo poco que queda dentro de la oposición amenaza con disolverse y llegar a un punto de no retorno.