Los cambios sociales y el gatopardismo

Una reflexión sobre el poder en los cambios de época

Política30/01/2025

Por Rafael Caracciolo

En la gran novela, El Gatopardo, su autor, Lampedusa, nos cuenta la historia de un príncipe siciliano
durante el Risorgimento, donde experimenta en carne propia el cambio de época, ya que la clase a la
que él pertenece morirá inexorablemente, dando lugar a otra clase dirigente.

La novela funciona muy bien como muestrario general de este tipo de cambios políticos, y si bien tiene
elementos propios de la historia siciliana, en realidad su mensaje se puede aplicar a cualquier realidad
de cambio.

La Ciencia Política del Gatopardo, o Gatopardismo.

Hay dos personajes claros en la novela: El Príncipe de Salina (llamado cariñosamente Tiazo) y su
sobrino, Tancredi. Tiazo es viejo y algo cínico, pero entiende como se configura el mundo y se da cuenta
de la realidad, mientras que Tancredi es joven, y ve en el cambio una manera de mantener los privilegios
de la clase, diciendo la más famosa frase de todo el libro " si no queremos que nada cambie, debemos
cambiar todo".

Dicha frase abrió las puertas a una cínica interpretación de los cambios políticos y sociales llamada Gatopardismo, en donde se aboga a que todos las variaciones que ocurren en la política, en realidad son superficiales. Un ejemplo, dentro del libro, esta en el propio Tancredi. El no es un burgués, el pertenece a la nobleza siciliana, pero esta venido a menos, y ve en el cambio una oportunidad de recuperar u obtener poder y prestigio. No duda en traicionar al rey Borbón cuando ve que Garibaldi y los saboyanos efectivamente van a tomar el poder del sur de Italia, y no tiene problemas de conciencia, simplemente hace la aritmética necesaria, y se pone del lado vencedor, pero para mantener el status quo, e, incluso, favorecer a los suyos.

Argentina vive un eterno Gatopardismo

Si me siguieron hasta acá, entonces la comparación histórica-literaria es obvia: Milei y su irrupción en la política nacional tiene efectos análogos a los descritos en el Gatopardo, e incluso podemos compararlo con Garibaldi (el libro lo trata como un mercenario salvaje, e inclusive como un simple medio, cosa que históricamente fue). Efectivamente, la escena política cambió, pero cabe preguntarle que tanto, y si las estructuras de poder cambiaron realmente, o solo sacaron a las cabezas.

Por supuesto, sobran ejemplos así en la historia Argentina, en todos los niveles, por lo que no creo que el Gatopardismo sea patrimonio exclusivo del Mileismo, sino también del Macrismo y del peronismo. El caso del macrismo es quizás más gracioso (por no decir trágico), dado que su propio partido era "Cambiemos", con gente que siempre estuvo en la política y que, finalmente, hizo las mismas cosas que hicieron antes, pero con "buenos modales", como decía Espert (que después hizo campaña por Larreta, de Cambiemos).

La historia comporta una mirada pesimista

Tanto la novela, como el concepto mismo, es pesimista, o incluso, anti idealista. Quizás en la generalidad nos haga ruido la idea de que nada cambia, dado que muchos de nosotros creemos en la política como una herramienta para la transformación, y, después de todo, ni el mundo ni la Argentina es la misma que hace 20, 30, 40 o 100 años, entonces, en algún punto el Gatopardismo falla, o vivimos una gran mentira y merecemos dejar de creer en algo. Bueno, la novela maneja esa dicotomía, sin perjuicio que, en mi opinión, la misma establece una idea y un mensaje, más de resignación, que es la mirada del Príncipe, que no puede evitar sentir nostalgia por lo que está desapareciendo.

Ahora bien, tampoco es que la novela rechaza el cambio, después de todo, cambios hubo, y algunos muy grandes, pero la clave está en buscar entender que que tipo de cambios son, y si realmente transforman la realidad.

Yendo a una realidad argentina, la forma de hacer política no cambió, es decir, Milei es un fiel reflejo de la histórica metodología política argentina: prepotente, anti instituciones, contra "el poder real", irrespetuoso contra los valores de la oposición, sesgo autoritario y necesidad de atención. Todos los políticos argentinos relevantes cumplen con esas características, sin perjuicio que las formas o la exteriorización de estas son diferentes, siendo las diferencias muchas veces meramente estéticas. Cristina Fernández era (es) en gran parte así, con la diferencia que para muchos lo hacía mucho mejor, y con una ideología más acorde a estos.

Dicho esto, también es innegable que si bien muchos cambios parecen ser de metodología, ello no impide que la realidad social cambie, y mejore para algunos, mientras que empeore para otros, pero (y acá esta el punto) hay actores de la política (y que no son necesariamente políticos) que *siempre* salen beneficiados, o que al menos se saben adaptar. Ellos son la esencia del Gatopardismo, no los protagonistas de los cambios. Es decir, Robespierre perdió la cabeza, Garibaldi cayó en desgracia, el Káiser fue depuesto, el Zar fusilado, Kennedy asesinado, etc.; pero los Tancredi de la vida apenas si perdieron algo. ¿Cuántos revolucionarios franceses se pusieron del lado de un autocrático Napoleón, para luego volver con un Luis, para luego volver con Napoleón, para luego abandonarlo nuevamente? Los que no lo hicieron, los que se mantuvieron fieles a uno u a otro si percibieron cambios, pero para los demás, los que se adaptaron, en el fondo todo siguió igual.

Cabe preguntarse que grupos en Argentina no cambiaron en estos años de cambios, ahí encontraremos
a los gatopardistas nacionales.

Los Cambios que podemos esperar en la Argentina

Algo que me causa mucha gracia del gorila promedio es la necesidad que tiene de querer parecerse a X región "civilizada" del mundo, sumado a la ingenuidad de creer que ese cambio se dará gracias a un nuevo presidente. Sólo una mente superficial, ridículamente estética y absurdamente orgullosa puede pensar que la sociedad, cultura e identidad nacional cambiarán con un gobierno. Esto también va dirigido a la oposición, que a veces cae en un pesimismo igual de ridículo. No, la identidad y la cultura argentina no cambiará gracias a Milei, este tipo de cambios (que sí ocurren), son muy graduales y son más del tipo generacionales que electorales.

En la citada novela se habla del tema, en el que es para mí el mejor dialogo de todo el libro, cuando el Príncipe se reúne con un funcionario del norte de Italia (otro mundo) llamado Chevalley (hasta el apellido es radicalmente diferente), y hablan sobre el pueblo siciliano (o sureño). El burócrata norteño explica que, con el nuevo régimen, con los cambios, el pueblo siciliano mejorará y será más próspero, etc. En el fondo, lo que Chevalley quería decir que es que el sur se parecerá más al Norte, en una arrogancia propia de los territorios que se creen más civilizados y que conquistan a los que ellos llaman bárbaros, algo especialmente común en el siglo XIX, pero igualmente visible en el XXI. De hecho, la propaganda de la militancia mileísta es básicamente "ustedes son muy negros , nosotros los vamos a iluminar".

El Príncipe, desde una posición mucho más realista y honesta, explica que eso no ocurrirá, que el pueblo siciliano siempre vivió como una colonia, pero que nunca sintió especial apego a sus colonizadores; muchos imperios y reinos se erigieron allí, siempre extranjeros (normandos, bizantinos, borbones, saboyanos, etc.), por lo que no verá ningún cambio porque el siciliano rechaza el cambio, aunque en las elecciones vote a favor de la unificación (cosa que históricamente ocurrió). Recomiendo leer ese extracto aunque sea para captar todo el espíritu de la idea, pero esto es algo que podemos aplicar al pueblo Argentino, salvando las obvias diferencias.

Personalmente, creo que la sociedad argentina será la misma, aún con un gobierno "libertario". No se perderá el amor por el prójimo, como tampoco se eliminará la violencia. Los elementos culturales e identitarios de esta Nación no sufrirán consecuencias del cambio de gobierno, y me atrevo a decir que la sociedad argentina no es "más liberal" que antes, de hecho, no creo que sea liberal en absoluto, y cuando este ciclo político se agote (porque se agotará, eso es inevitable), entonces votará otra cosa.

De todas formas, vale la aclaración, la sociedad si podrá volcarse a un aspecto de la identidad con más fuerza, como, por ejemplo, la violencia. Creo que, como el gobierno es violento (políticamente, pero también en otros aspectos), la sociedad será más violenta, pero ello no significa que antes no lo fuera; es decir, enfatizará más sobre un aspecto de la personalidad nacional, no es que "creará" uno nuevo.

También debe decirse que hay cambios sociales, pero en mi opinión estos son más estéticos. La "centro americanización" que muchos denuncian (me incluyo) es un fenómeno más estético que real. Así ocurre con muchos elementos, donde lo que denunciamos es más superficial, y lo que tenemos enfrente no deja de ser la otra cara de una misma moneda, que siempre estuvo ahí, pero que nunca creímos ver o siquiera pensamos que existía.

La novela no resuelve el conflicto, sino que lo acepta y (spoiler) el Príncipe advierte que su tiempo se terminó, pero no porque no pueda lavarse la cara como su sobrino, sino porque no lo desea. Es obvio que el autor critica la romanización de los cambios políticos, de hecho, si uno estudia la situación italiana, el sur sigue siendo el sur, con todas sus virtudes y todos sus vicios.

Volviendo a nuestro país, no sé cómo será la Argentina en 50 o 100 años, pero estoy seguro que se cumplirá una de las mejores expresiones sobre estas tierras: "Argentina es un país en el que si te vas de viaje 20 días, cuando volvés cambió todo, pero si te vas 20 años, cuando volvés no cambió nada"

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